jueves, 14 de abril de 2016



En 1966, Roberto Jacoby, junto a Eduardo Costa y Raúl Escari, crearon una gacetilla de prensa con fotos y la descripción de un happening que no había sucedido. Los diarios levantaron la “noticia”. El antihappening o el happening para un jabalí difunto, como fue conocido, consistía en revelar la forma en que los medios de comunicación construyen aquello que los lectores tomarán como hechos. Hoy, a casi cincuenta años de esa acción, sin obviar la enorme trayectoria del artista, Jacoby, junto con Syd Krochmalny, vuelve a usar a los medios como disparador para la instalación Los diarios del odio. La muestra que se presenta en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes tiene como materia prima los comentarios de lectores que aparecen en las noticias de las versiones online de los diarios, principalmente La Nación. Sobre dos paredes del espacio, que supo ser la casa de Victoria Ocampo y sede original de la revista Sur, están pintadas las frases de los foristas, como retratándolos: “loka, viuda negra, salgamos a la calle con armas en las manos, republiketa, gronchópolis, argenzuela, la kamporonga”, etc., etc. El grado de violencia explícita de las citas contrasta con la primaveral luz de las ventanas que deja ver parte del jardín de la casa, ubicada en el coqueto Barrio Parque. Del espacio virtual al material, la ¿ilusión? de participación abierta y democrática de los foros de los diarios se convierte en espacio de expresión de sectores racistas y reaccionarios. Los autores de la pieza y la curadora Mariana Scafati explican que eligieron esos fragmentos porque “rastrean específicamente aquellos núcleos discursivos donde se produce la deshumanización de sectores enteros de la sociedad argentina”.
El material de las pintadas es carbonilla negra de cierta volatilidad, un producto quemado. Diferentes manos amigas colaboraron en la fabricación del mural dejando la impronta de caligrafías y tamaños de letras desiguales que le dan entidad visual al coro de voces virtuales. Pero ¿de quiénes son estas voces? ¿Serán un fragmento de la siempre esquiva voz del pueblo? ¿Estos son los “indignados” de nuestro país? Como demostraba Jacoby ya en los sesenta, en un incansable espejo paranoico nunca terminamos de saber dónde finaliza la construcción del simulacro. En palabras de Baudrillard, de lo real siempre habrá más, ya que está producido y reproducido por la simulación. ¿Serán las frases de los lectores manifestaciones de las nuevas formas de democracia de las que habla la videoartista y crítica Hito Steyerl? La representación mediática corporativa que en vez de significar al pueblo escenifica su desvanecimiento, su gradual desaparición. Las voces en las paredes de Los diarios del odio dan cuenta de un monólogo infinito: todos tienen algo para decir pero nadie está escuchando… ¿o sí?

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