viernes, 21 de marzo de 2014

A System for Liberation

During an artistic residence at the Revolver Gallery in Peru in 2010, José Luis Landet built a machine to draw backwards. Using a television screen and closed-circuit cameras, the device filmed the paper backing on which Landet drew while watching the inverted image projected live by the monitor, creating a mirror effect. This experiment resulted in more than a hundred drawings emanating madness and fragmentation derived from the effort implied in working with the opposite brain hemisphere.
  
A machine that reorganizes and undoes all that has been learned, a mirror that reflects the sinister in every cognitive and programmatic act may be the only way to rebuild the meaning. Not as a conscious and rational process but from the blind imbalance, for fate to re- level the ever  tense relations between the standard and the excess, between reason and instinct, between the human and the machine. That gesture, working from the disproportion and dislocating our perception, re-unites and reconciles us with the neglected hemisphere. And as in an act of faith, it invites us to reflect from the margins and outside the patterns on other models of building relationships.
We are the children of a generation that suffered the programmed dismantling of its cultural and educational project.  We are a generation which questioned the foundations of an authoritarian, selfish and unequal society, and was thus persecuted and combated. Today we live in a fragmented way and walk among splinters, represented by the anguish of knowing that no existing systems work and that perhaps the only way out of this restlessness and lack of faith is turning all that has been learned upside down.

When tradition is presented to us as a terrifying reminder of what has been imposed, one possible solution may be to look at the margins. Maybe, there lies the possibility to amend our bonds with the past and turn it into our present.

In painting, margin is not only the edges of the frame but also the pictures that are part of an area outside the world of art, and which were painted by people who are not considered artists or whose works are not considered "art". Pictures by amateur painters, Sunday painters, working in the shadows; their signatures - always appearing in the margins-do nothing more than reaffirm their anonymity. Paintings which will be sold for a small sum of money that will hopefully amount to the cost of the materials, canvas destined to be second-hand objects at a  flea market.

Just as the remains of a flood, Landet collects these seemingly harmless paintings but that keep residual forces of a conservative and reactionary past within its matrix, this also being part of the mediocre imaginary construct of a bourgeoisie that continues to resist- even to this day- crouched and condemned to live the bucolic course of a concept of tradition that no longer belongs to anyone.

There again, the system rearranges itself to create a new order. Landet strips and reveals what we, because it’s located in the margins, don’t often want to see. He reorganizes the material in a way that dismantles it at the same time. Working from the denial of the shape presented to him, he creates a monstrous yet vital device which compels us to observe and rebuild from a lost time – which isn’t that time of utopias of revolution and emancipation once denied to our parents, but a time out of time which assumes fragmentation as constitutive and not as a consequence and effect of such dismantling. A statement also built on the remains of a question as uncomfortable as necessary: if past presents itself with a terrifying image and every system has become inhumane, what tools are left for us to reconnect with what has been learnt?

The arsenal offered by Landet brings out into the open that a certain tradition in the margins of contemporary art having lost its splendor consists of opaque images of sceneries where the agricultural bourgeoisie built the Argentinean landscape, and that an invisible cemetery lies beneath the land. Many of the paintings found by Landet at flea markets are part of that nostalgic imaginary articulating the power, the culture and the economy of the bourgeoisie with the myth of the pampas. Landet, like an anthropophagous, deconstructs the costumbrist imaginary by slicing it; he puts together all its fragments to create a distorted universe which in a baroque, excessive, and vital abstraction gives us back the sinister excess of having liberated us.


Tomás Espina
Syd Krochmanly


Un sistema para la liberación.


Durante una residencia en la galería Revólver (2010) en Perú José Luis Landet fabricó una máquina para dibujar al revés. Con una pantalla de televisión y un circuito cerrado el dispositivo filmaba espejando el soporte de papel sobre el cual Landet dibujaba mientras miraba la imagen invertida que el monitor proyectaba en vivo y en directo. El resultado fue más de un centenar de dibujos que emanan el desquicio y la fragmentación resultante de la inversión que implicó trabajar con el hemisferio opuesto del cerebro.
Una máquina que reorganice y deshaga lo aprendido, un espejo que refleje lo siniestro de todo acto cognitivo y programático, quizás sea la única posibilidad para reconstruir el sentido. Pero no como una operación consciente y racional sino desde el desequilibrio a ciegas para que el azar nivele otra vez las relaciones siempre tensas entre la norma y la desmesura, entre la razón y el instinto, entre lo humano y la máquina. Ese gesto que trabaja desde la desproporción y disloca nuestra percepción nos reintegra y reconcilia con el hemisferio desplazado. Y así como en un acto de fe, nos invita a pensar desde los márgenes y fuera de las formas otros modelos de construcción de relaciones.

Somos hijos de una generación que sufrió el desmantelamiento programado de su proyecto cultural y educativo. Una generación que  puso en duda los fundamentos de una sociedad autoritaria, egoísta  y desigual, y que por ello fue perseguida y combatida. Hoy vivimos fragmentados y caminamos entre las esquirlas, signados por la angustia de saber que ya no hay sistemas que funcionen y que tal vez el único modo de salir del desasosiego y la falta de fe sea poniendo todo lo aprendido patas para arriba.

Cuando la tradición se nos presenta como el recuerdo terrorífico  de lo que ha sido impuesto a la fuerza, quizás una salida posible sea mirar los márgenes. Tal vez ahí se encuentre depositada la posibilidad de enmendar nuestros lazos con el pasado y así hacerlo presente.

En pintura se denomina margen  tanto a los bordes de un  cuadro como a los cuadros que forman parte de una zona que está fuera del mundo del arte, y que fueron pintados por personas que no son consideradas artistas, y tampoco sus trabajos son considerados “arte”. Cuadros de pintores amateurs, pintores de domingo, que trabajan en las sombras, y sus firmas -siempre en los márgenes- no hacen más que  reafirmar su anonimato. Pinturas que tendrán como único destino ser vendidas por una pequeña suma de dinero que con suerte equivale al costo de los materiales, lienzos destinados a ser objetos de segunda mano en el mercado de pulgas.

Como los restos de un diluvio Landet recoge esas pinturas aparentemente inofensivas, pero que guardan en su matriz las fuerzas residuales de un pasado conservador y reaccionario, que son también parte del imaginario mediocre de una burguesía  que aún hoy en día parece resistirse, agazapada y condenada a vivir el derrotero bucólico de una idea de tradición que ya a nadie le pertenece.

Allí otra vez el sistema invierte el sentido para crear un nuevo orden. Landet desnuda y pone en evidencia lo que, por estar en los márgenes, no se quiere ver. Reorganiza el material en una lógica que a su vez lo desarticula. Trabajando desde la negación de la forma que se le presenta, crea un sistema monstruoso y vital, que nos obliga a ver y reconstruir desde un tiempo perdido -que tampoco es aquel de las utopías revolucionarias y de emancipación que le fuera negado a nuestros padres, sino que es un tiempo fuera del tiempo y que asume la fragmentación como algo constitutivo y no como consecuencia y efecto de aquel desmantelamiento. Afirmación que también construye sobre los restos una pregunta tan incómoda como necesaria, ¿si el pasado se presenta con una  imagen aterradora y todo sistema se ha vuelto inhumano, que herramientas nos quedan para religar con lo aprendido? 

El arsenal que presenta Landet pone en evidencia que cierta tradición que está en los márgenes del arte contemporáneo y que ha perdido su resplandor, está conformada por imágenes opacas de paisajes donde la burguesía agroganadera construyó el Estado argentino y que debajo de esa tierra subyace un cementerio invisible. Muchas de las pinturas que Landet encuentra en el mercado de pulgas forman  parte de ese imaginario nostálgico que articula el poder, la cultura y la economía de la burguesía con el mito de La Pampa. Landet, como un antropófago, deconstruye el imaginario costumbrista recortándolo, y con sus pedazos compone  un universo desfigurado que en una abstracción barroca, excesiva y vital nos devuelve la siniestra desmesura de habernos liberado.

Tomás Espina
Syd Krochmanly


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