-¿Qué te parece el muchacho?
Sócrates, ¿no tiene un
hermoso rostro?
-Extraordinario, le contesté.
-Por cierto que, si quisiera desnudarse,
ya no te
parecería hermoso de rostro.
¡Tan
perfecta y bella es su figura!
Todos los otros estuvieron de acuerdo con
Querefonte.
-¡Por Heracles!, dije.
¡Qué persona tan irresistible
me describís!
Sobre todo si se le añade, todavía, una pequeñez.
-¿Cuál?, dijo Critias.
-Si su alma es de buena naturaleza.
Cosa, por otra
parte, que hay que suponer,
ya que proviene de vuestra casa.
-Cierto que lo es. Es bello por fuera y por dentro.
-¿Por qué, pues, no le desnudamos, de algún modo,
por dentro y lo
examinamos antes que a su figura?
Porque, a su edad,
seguro que le gustará dialogar.
-¡Claro que sí! -dijo Critias-, ya que es algo así
como filósofo,
y además, según opinión de otros y suya propia, sabe de poesía.
Platón,
Cármides
La Castidad
Entre
agosto de 2006 y julio de 2007 desarrollé con el artista y sociólogo Roberto
Jacoby, cuarenta años mayor que yo, un experimento de subjetivación
estético-política. Nos propusimos plantear hasta al extremo la cuestión de la
relación entre arte y vida –crucial en la historia de las vanguardias del siglo
XX-- a través de un pacto de convivencia y coproducción artística, reflexiva y
formativa, poniendo nuestros recursos y capacidades en común, sobre la base de
la amistad.
El
modelo del "amor platónico" (relación afectiva y pedagógica entre
personas del mismo sexo, con amplia diferencia de edad y sin interpenetración
corporal) estuvo en la base del pacto. Este tipo de relación es prácticamente
inexistente en la sociedad occidental contemporánea aunque, paradojalmente,
funda el origen mismo de su tradición filosófica. El video, la ficcionalización
del experimento, aborda centralmente ésta cuestión relacionada
con las dimensiones estéticas de la peculiar forma vincular que
adoptamos temporalmente: el tema arte y vida, las formas de representación, el
ocularcentrismo, las tecnologías de la amistad y la sexualidad.
La
experiencia implicó un conjunto de cuestiones muy variadas y complejas,
susceptibles de ser analizadas desde enfoques múltiples, que no estoy en
condiciones de emprender en su totalidad, aunque señalaré algunas que
contextualizan los aspectos más obviamente estéticos. Pero, incluso, estos
aspectos políticos pueden ser considerados como actos artísticos en sí mismos,
en la medida en que afecta la vida de los autores –la propia vida como obra de
arte y la estetización de la presentación de sí en la vida cotidiana-- , es
decir, una expansión del campo estético que comenzó a plantearse desde fines
del siglo XIX.
Para
comenzar destacaré el aspecto "micro político". La decisión de
producir esta relación tiene significado político, en tanto, es en sí misma y
de forma inmediata, una acción transformadora de la vida cotidiana de sus
protagonistas, así como de la presentación que de sí hacen frente a su entorno
social.
Acción
transformadora que se dirige, por una parte, hacia los sujetos mismos, esto
corresponde a la discusión del régimen estético, por tratarse de una acción que
no aspira a transformar el ambiente o el contexto sino que se inicia con un
cambio en los sujetos. Y por otra parte, que perturba la percepción que de los
autores tiene de su entorno social.
En
este sentido, nuestra vida se ha visto cambiada radicalmente hasta en sus
menores hábitos al compartir casi todos los momentos y prácticas cotidianas.
Esto no ha sucedido sin conflictos y penas, aspectos que no trataré en esta
presentación, aunque si es decisivo apuntar que de la noción de "vida en
común", cuya definición ocuparía mucho más que este trabajo, interesa fundamentalmente
su carácter continuo y permanente. No se trata de insertar la "obra"
en sus rupturas temporales y espaciales,
como sucede habitualmente, sino de considerar un continuo, lo que llamamos un
"bucle" o "metaobra", como procedimiento de producción y
presentación. El bucle refiere a los momentos “arte” y “vida”, nociones
difíciles de definir, pero que aquí tomamos en las acepciones que tuvieron en
los discursos estéticos del siglo XX.
La
pregunta ¿Cómo vivir juntos? se encuentra en gran parte de los proyectos
artísticos contemporáneos, la exploración sobre las formas de vida en grupos,
colectivos y redes, junto con el mundo natural, los entornos urbanos y los objetos técnicos.
Nuestro proyecto se diferencia de aquellos por explorar la unidad mínima de la
relación social, la unidad ego-alter.
Frente
al medio, nuestra propuesta obtuvo reacciones diversas, pero en todos los casos
signadas por el tabú de las relaciones intergeneracionales. Algunas reacciones
de agresión verbal manifestadas en los blogs, en cierta frialdad y alejamiento
por parte de otros, en rumores y fantasías de todo tipo y, por otra parte, una
minoritaria aceptación de fuerte tono afectivo e ideológico. Este tabú,
aparece, sin duda como uno de los más fuertes en el sistema de creencias contemporáneo,
donde cada vez más se acepta o al menos existe y se visibiliza todo tipo de
relaciones humanas. El actual y siempre
creciente culto a la juventud, ampliamente estudiado, parece ser paralelo al
temor y al odio respecto de las relaciones intergeneracionales.
La
enunciación pública de nuestra relación como "casta", produjo –de
manera similar a la violación del tabú etario— una perceptible reacción, a
veces sumamente agresiva, en nuestro entorno. Desde cierta incredulidad
explicitada de manera simpática hasta la acusación de "fraude" o
francas injurias (expresadas en cadenas
de emails o postings anónimos en blogs) pusieron de manifiesto un curioso
fenómeno. Al parecer sería más creíble y
más aceptable que mantuviéramos una relación sexual –homosexual, se
entiende— pues ello iría en la misma dirección de las tendencias ampliamente dominantes en la sociedad global.
El planteo de la castidad como modelo de relación parece ejercer una curiosa
violencia simbólica, ofensiva o en el mejor de los casos, inverosímil. Se nos
acusó de "freaks", "enfermos", "hipócritas",
"reaccionarios que hacen el caldo gordo a la Iglesia" por el sólo
hecho de enunciar una práctica privada de abstinencia de relaciones sexuales
entre nosotros. El monto de violencia verbal hace pensar que la sexualización
de todas las relaciones, necesidades y deseos humanos parece haber alcanzado
tal peso, que puede encontrarse mejor predisposición ante una relación
homosexual que ante la ausencia de relación sexual acompañada por otras expresiones
del afecto.
Debido
a estas reacciones decidimos discutir la cuestión de la "hiper
sexualización" como tema específico en la pieza "La castidad",
lo cual constituye otros de los elementos "en bucle" de nuestra
experiencia. Es decir, que tomamos un elemento provocado por nuestra relación
en el medio social y la incorporamos a una obra, de manera ficcionalizada.
Otro
aspecto conflictivo de nuestra propuesta de acción en relación con el ambiente
artístico fue el trabajo común entre productores con capitales simbólicos desiguales, un artista histórico y
un artista emergente. Para la lógica del campo de producción restringida la
producción y la firma en común significaba la transferencia de capital y un
status más elevado, violando las reglas de valorización y desarrollo de la
trayectoria individual. De algún modo, este salto o cooptación fue juzgado por
algunos como una ilegitimidad y desprecio ante los valores de la “carrera” o,
para otros, más concesivos, como un ascenso meteórico. Pero, en todo caso, el medio
del arte contemporáneo se mostró más tributario de las convenciones
conservadoras jerárquicas que lo que se
podría esperar.
El
experimento dejaba ver que frente a toda idea de la amistad como encuentro
entre iguales, era posible pensar nuestra relación en la perspectiva
nietzscheana de la amistad como encuentro entre desiguales, de los diferentes,
de aquellos que reconocen su única igualdad en el diferir mismo. Frente a Jean Pierre Vernant y Aristóteles, quienes
plantean la amistad como una relación donde los amigos "comparten
todo", donde "lo propio es lo común", y "la amistad (que)
se teje en la articulación de lo privado, lo propio, lo diferente y de lo
público, lo común, lo que es igual" (Vernant: 2002; pp. 17), nuestra
amistad puede entenderse como una tensión, una lucha, por momentos intensa,
entre estos extremos de la igualdad y la diferencia.
Intentamos
llevar a cabo, a partir de la vida en común, la colaboración y el trabajo mutuo
y la experimentación artística, lo que llamamos "comunismo molecular":
tener como horizonte la comunidad de bienes y aptitudes pero también la
fraternidad y la igualdad, así como cierta dilución de la división del trabajo
(“cazadores por la mañana, pescadores al mediodía, pastores por la tarde y
críticos literarios después de cenar” según la hipérbole de Marx). Molecular en
tanto que experimentamos, problematizamos y exploramos una micropolítica de la
amistad, “de la percepción, el afecto y la conversación. La amistad en esta
relación adoptó la forma de intercambio distraído, diferente al intercambio
entre equivalentes del mercado.
El
video fue crucial a la hora de representar nuestra forma de vida temporal
entendiendo que La castidad, a
diferencia del erotismo, no puede ser representada en imágenes. La conversación
filmada fue el medio elegido para crear un rostro a nuestra experiencia
relacional. Ahora los invito a ver La Castidad.
The Naked Soul
A
mediados del año pasado conocí a la Dra. Sarah Wilson en el Segundo Foro de la International Sociological Association
celebrado en Buenos Aires. Después de nuestras
lecturas en el grupo de Sociología Visual, ella me invitó a proyectar un video en la
Universidad de Stirling y a dar una charla en la Universidad de
Edimburgo. A su invitación le doblé la apuesta y le propuse realizar un
proyecto site specific. Durante largas conversaciones sobre la situación
política de Escocia ella me habló de un curioso personaje llamado Stephen Gough
que hace más de diez años camina desnudo por la
península británica, siendo encarcelado varias veces por exhibicionismo
y confinado a 6 años de prisión. Inmediatamente el tema me atrajo y
comencé a investigar sobre este personaje quien citaba a John Stuart Mill para
defenderse. Sin embargo, no me
interesaron los motivos ni los argumentos sobre sus acciones sino el hecho
performático que su práctica despliega y la configuración de elementos que
desencadena.
Para
empezar quiero decir que no me importó el argumento liberal que prediga el
nudismo acerca de la naturaleza del cuerpo desnudo. Ni el argumento
judiciales por ejecutar actos de exhibición obscena expuestos a ser
vistos involuntariamente por terceros. Tanto uno como el otro se oponen a la
llamada desnudez obscena. El primero porque reconcilia la desnudez con la naturaleza,
y el segundo porque equipará la desnudez de Gough con la desnudez de la
prostitución y la pornografía. Particularmente, uno de los problemas esgrimidos
fue la exhibición de Gough frente a niños en el espacio público. Para la
justicia hubo niños inocentes que habrían visto involuntariamente los genitales
de Gough. En cambio, Gough refiere a la
desnudez inocente. Tanto uno como el otro evocan inconscientemente, en palabras
de Agamben, la antigua concepción teológica de la desnudez como vestido de Gracia.
Ambos estarían presos de la oposición teológica entre desnudez/vestido y
naturaleza/gracia. En cambio, a mi me interesó
comprender el dispositivo que produce la escisión en este caso.
Los efectos del cuerpo desnudo despliegan los trazos discontinuos de una imagen que se construye con el miedo y el deseo.En el orden simbólico y racional de la modernidad, en el seno mismo del liberalismo, la desnudez despierta un campo de tensiones entre el origen de la justicia, el velo puritano y la filosofía de las formas sociales primitivas. En el mito griego de las almas desnudas se encuentra el origen de la justicia democrática. Después de la muerte, con frecuencia, los libres y justos eran castigados, y los impíos y malaventurados liberados. Zeus evaluó que el problema residía en la ropa. Las manos, la lengua, la boca, los oídos y los ojos se extravían ante la máscara que cubre al alma. Los injustos ocultan lo prohibido con nobles ornamentos. En la ropa se depositan las desigualdades y los secretos, es el velo que cubre el paso del tiempo. Pero si los juzgáramos desnudos podríamos leer los rastros de la vida en las marcas del cuerpo, dijo Zeus. En los bordes y los vestigios de la piel se produce un tránsito ininterrumpido y rítmico de las cosas, sin dejar fragmento olvidado. La piel, con sus pliegues y cicatrices, es una zona de profundidades inexploradas en donde la vida se convierte en verdadera. Y fue entonces que Zeus pensó en desvestir a los hombres antes de que fueran juzgados. También, para que el juicio fuera justo, era necesario que los jueces estuvieran desnudos. Y por eso llamó a tres de sus hijos, los jueces del infierno, para que recibieran a los hombres en igualdad de condiciones.
Los efectos del cuerpo desnudo despliegan los trazos discontinuos de una imagen que se construye con el miedo y el deseo.En el orden simbólico y racional de la modernidad, en el seno mismo del liberalismo, la desnudez despierta un campo de tensiones entre el origen de la justicia, el velo puritano y la filosofía de las formas sociales primitivas. En el mito griego de las almas desnudas se encuentra el origen de la justicia democrática. Después de la muerte, con frecuencia, los libres y justos eran castigados, y los impíos y malaventurados liberados. Zeus evaluó que el problema residía en la ropa. Las manos, la lengua, la boca, los oídos y los ojos se extravían ante la máscara que cubre al alma. Los injustos ocultan lo prohibido con nobles ornamentos. En la ropa se depositan las desigualdades y los secretos, es el velo que cubre el paso del tiempo. Pero si los juzgáramos desnudos podríamos leer los rastros de la vida en las marcas del cuerpo, dijo Zeus. En los bordes y los vestigios de la piel se produce un tránsito ininterrumpido y rítmico de las cosas, sin dejar fragmento olvidado. La piel, con sus pliegues y cicatrices, es una zona de profundidades inexploradas en donde la vida se convierte en verdadera. Y fue entonces que Zeus pensó en desvestir a los hombres antes de que fueran juzgados. También, para que el juicio fuera justo, era necesario que los jueces estuvieran desnudos. Y por eso llamó a tres de sus hijos, los jueces del infierno, para que recibieran a los hombres en igualdad de condiciones.
Los ciudadanos volverían encontrarse desnudos en la
ilustración. El individuo renunció al uso de la fuerza ante el tribunal de la
ley. Aunque en el liberalismo los hombres gocen del derecho sobre su propio
cuerpo, los resabios de la ética puritana aún ejercen un dominio sobre sus
manifestaciones. La sociedad postindustrial despliega un control aún más total,
el hedonismo y el cuidado de sí penetran la superficie del cuerpo. La ley se
amarra al deseo. Pero el cuerpo no circula libremente en el espacio público.
Desde el comienzo del siglo XXI Stephen Gough encarna un
alma extraviada del Hades. Activista inglés que se formó en la Marina
Real, caminó leguas desnudo y estuvo en la cárcel por defender su derecho
a no vestirse. En su reincidencia extrema –Gough se presenta desnudo ante
la Corte, o visita sin ropa a su madre– evidenció las
contradicciones de la sociedad contemporánea.
¿Qué hace que la ley se vuelva en contra de sus orígenes?
¿Por qué se priva de la libertad a un hombre que camina desnudo en la cuna del
liberalismo? ¿Por qué un inglés que no quiere vestirse no puede pisar suelo
escocés? La ideología liberal se contradice con el espectro de los pueblos
originarios de Escocia.
La civilización británica ocultó la represión a los Pictos,
pueblo de guerreros, que desnudos y tatuados atemorizaban a los soldados
romanos en Escocia. Temerarios sin reglas, acosaron a los romanos,
británicos y anglos con su danzas y técnicas. Acusados de impíos, abominables y
apóstatas, los Pictos vivieron en lucha contra los cristianos. Más tarde la
modernidad liberal enterró por segunda vez a la fuerza arcaica de los Pictos,
que desnudos y bárbaros fueron a los arcanos de la violencia, el cuerpo y la
libertad.
No importa la razón que lleva a un hombre a caminar desnudo
por las calles y las rutas de Escocia, sino la consecuencia que ese acto
conlleva. A partir de las acciones y repercusiones se construye una
constelación transhistórica que ilumina el teatro del presente. El drama y sus
actores escenifican un alma desnuda que defiende el derecho a exhibir su cuerpo
y la criminalización que ese acto de libertad produce. Detrás de las bambalinas
se halla el fundamento imaginario y afectivo de la subjetividad racional
consciente y lógica del puritanismo que ejerce una presión radical sobre la
modernidad liberal impidiendo el retorno de la fuerza primitiva y la utopía de
la desnudez del pueblo de la imagen.
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