martes, 18 de septiembre de 2007

Amores castos

























Syd
Henryk

tinta china s/papel
21x29cm.

Syd

Anatol I

marcador punta pincel s/papel
20x13cm.

Syd
Anatol II

dibujo a lápiz s/papel
21x21cm.

Henryk, apodado Platón, se ve impulsado por Eros ante los seres “andróginos”: “en ese momento me pareció ver en él a una muchacha disfrazada de varón, tan tierna y grácil era su apariencia”, aunque inclinado a los varones por sentirse próximo a sus corazones y atributos, a diferencia de la mujer, que percibe como un extraño ser, reconoce su belleza pudiendo ser encantado por ella sin querer poseerla.
“Me preguntas por qué le tengo miedo al amor. Le tengo miedo porque temo a la mujer. Veo en la mujer algo hostil, se me presenta ante mis ojos como un ser completamente sensual y extraño, de igual modo que la naturaleza inanimada. Ambas me atraen y me repelen al mismo tiempo del modo más ominoso”.
La hipótesis central de Henryk es que el amor no tiene nada que ver con la sensualidad compartiendo con Platón que “la belleza del alma debe tenerse en más alta estima que la belleza del cuerpo”.
En el Ejército conoce a Schuster a quien ama por compartir el mismo rechazo ante la guerra. Pero no deja de amar a las mujeres y se enamora de una condesa.
En la oscuridad conoce a Anatol, una mujer disfrazada de hombre con quien comparte una relación casta.
“-¿Acaso una voz no es también algo sensual? –me escuche decir.
-Desgraciadamente no hemos llegado tan lejos como para anular completamente el soporte de lo sensual –respondió la voz con galantería-, pero la voz es el elemento más espiritual entre dos seres, pues no toca más que a través de la sondas del aire que se mueven en la atmósfera y es como si esos movimientos fueran parte de las almas.
-Sí, el alma se torna parte de la voz –respondí-. Podría amar sólo tu voz. Tu voz es tan pura, tan cantarina; flota en el aire como el sonido de la campana más aguda o como el canto de un pájaro cuando uno se halla emboscado en el verdor y rodeado de flores y plantas, y siente, oculto de todo, cómo respira la naturaleza”.
“Ese espectro divino estaba produciendo un efecto mayúsculo en mi ánimo, captándome en una red invisible…”.
“-Lo corporal obstaculiza a menudo nuestros más puros sentimientos, nuestra más matizadas sensaciones, nuestras más sagradas acciones. Muchas veces he dado matar en mí ese costado, pero justamente aquí donde esa posibilidad corporal parece anulada, justamente aquí siento una atracción imperiosa de ver. ¿No es extraño?”.
Henryk ama tanto al hombre como a la mujer prescindiendo de su sensualidad. Su amor por Anatol se vio en peligro porque ella fue capaz de poner al acecho todos sus sentidos. Cuando Anatol apareció con ropa femenina Henryk la rechazó. Consideró que la mujer es sensual por naturaleza y que exige ser amada por sus sentidos, percibiendo la superioridad intelectual del varón intenta sojuzgarlo con su poder erótico. Por lo que cree que el valor más alto en la sociedad es la amistad varonil, como la describe platón en el banquete.
Sacher-Masoch, Leopold, El amor de Platón, Buenos Aires, el cuenco de plata, 2004.

1 comentario:

adrie minoliti dijo...

me gustan los dibus
saludotes